Durante el conflicto del Atlántico Sur en 1982, un grupo de pilotos civiles y militares se unió para cumplir una de las misiones más riesgosas y poco conocidas de la guerra: volar sin armamento sobre el mar, en maniobras de distracción, exploración y apoyo táctico para proteger a las escuadrillas de combate argentinas. Así nació el Escuadrón Fénix, una unidad aérea que se convirtió en símbolo de coraje, compromiso y sacrificio silencioso.
Entre el 28 de abril y el 14 de junio, el Escuadrón Fénix cumplió más de 400 misiones operativas, bajo condiciones meteorológicas extremas y con un alto nivel de exposición. Estas tareas incluyeron reconocimiento aéreo, vuelos de distracción para agotar los sistemas defensivos enemigos, retransmisión de comunicaciones y guiado de escuadrillas hacia sus objetivos.
Los “obreros distrayentes” del aire
Entre los aviones utilizados, se destacaron los Learjet 35A, conocidos como “los obreros distrayentes”. Estos jets ejecutaban vuelos a gran altura y velocidad, simulando ser cazas o escuadrones de ataque, lo que obligaba a los radares y defensas británicas a responder, desviando su atención de los verdaderos ataques argentinos.
Estas acciones de engaño fueron vitales para que los aviones de combate pudieran atacar por otras rutas con mayor efectividad. En muchas ocasiones, las aeronaves del Fénix quedaron «a tiro» de misiles, logrando escapar solo por su velocidad. En una misión del 7 de junio, sin embargo, un Learjet 35A matrícula T-24 fue alcanzado por un misil Sea Dart lanzado desde el destructor británico HMS Exeter, causando la muerte de los cinco tripulantes: el vicecomodoro Rodolfo De la Colina, el mayor Juan José Falconier, el capitán Marcelo Lotufo, el suboficial principal Francisco Luna y el suboficial ayudante Guido Marizza.
Aviación civil y militar unidas
El Escuadrón Fénix estuvo compuesto por más de 35 aeronaves civiles y militares, entre ellas: Learjet 35A, Gates Learjet 24D, Beechcraft King Air, Cessna 337 Skymaster, Fokker F27, Douglas DC-3 y Guaraní II. Estas fueron aportadas por la Fuerza Aérea Argentina y por empresas privadas, cuyos pilotos y técnicos se ofrecieron voluntariamente.
Los vuelos, que partían desde el continente, también incluyeron tareas de exploración y reconocimiento en las costas patagónicas, extendiendo su contribución más allá del teatro principal de operaciones.
Un legado que aún vuela
La historia del Escuadrón Fénix permaneció durante años en la sombra del relato oficial, pero ha ido recuperando su lugar en la memoria colectiva. Diversos homenajes, placas, documentales y publicaciones han reconocido el valor y la entrega de estos hombres, que sin portar armamento ni tener preparación bélica directa, expusieron sus vidas en misiones de altísimo riesgo.
El Escuadrón Fénix es, hoy, un emblema de la aviación argentina. Su historia representa la unión de la aviación civil y militar en defensa de la patria, y el valor de quienes, aún sin disparar un solo proyectil, cambiaron el curso de muchas batallas con su audacia.