Historia

Los alumnos de una escuela secundaria restauran un avión que estuvo presente en la guerra de Malvinas

Son chicos de un colegio técnico de Quilmes que trabajan en la recuperación del Aero Commander 500. La aeronave no entró en combate. Igual, para los jóvenes es un símbolo del conflicto bélico de 1982

El 20 de febrero de 2018, un avión Aero Commander 500 U T 133 se accidentó en el aeropuerto de Mar del Plata. La máquina debió aterrizar de panza por una falla mecánica en su tren de aterrizaje, que no había alcanzado a desplegarse totalmente. Raleado por la Fuerza Aérea, lo terminó donando a la Escuela de Educación Secundaria N° 7 “Taller Regional Quilmes”, que funciona desde marzo de 1957 en el Área de Material Quilmes, dependiente de la Fuerza Aérea Argentina, a escasas dos cuadras del Río de la Plata. Nació como Escuela de Aprendices Operarios y la Fuerza Aérea se ocupa de proveerle la infraestructura y el equipamiento.

Sus 1100 alumnos cursan siete años, tres básicos y los cuatro restantes pueden optar en dos especialidades: Técnico Aeronáutico, que apunta a la electromecánica o Técnico Aviónico, relacionado a la electrónica del avión. En su último año, el séptimo, deben cumplir en grupos con el desarrollo de un proyecto propuesto e ideado por ellos mismos. Se llaman prácticas profesionalizantes, que deben complementarse con tareas externas, una suerte de pasantías en empresas.Este año se presentaron seis proyectos relacionados a la aeronáutica. Todos deben tener un valor social. Hay un grupo de 14 alumnos que encararon uno que sobresalió por sus características especiales: restaurar el Aero Commander 500, que en la guerra de Malvinas fue una de las tantas máquinas que la Fuerza Aérea desplegó para la realización de tareas secundarias en el continente y que se había accidentado en Mar del Plata.

Este avión es un bimotor a pistón, que fue adquirido por nuestro país junto a otros similares en 1968. Tienen capacidad para dos pilotos y seis pasajeros y fueron usados para transporte de personal y enlace de unidades y comandos.

La idea de los alumnos es dejarlo como material didáctico para la escuela. Para ellos, que actualmente tienen 18 años, el avión tiene una significación especial al conocer que, de alguna manera, participó del conflicto del Atlántico Sur. “Todos sentimos orgullo de poder trabajar en una aeronave que se utilizó durante la gesta de Malvinas. Si bien no entró en combate ni pisó suelo malvinense demuestra el compromiso de Fuerza aérea al destinar hasta el último avión y sus recursos humanos”, destacó Lucas Ibarrola, el líder del grupo y quien propuso que esta restauración fuera el proyecto grupal exigido por la escuela.Cada proyecto cuenta con dos profesores tutores. Este equipo es acompañado por Luis Frontini y Leonardo Calienni. En un primer momento los docentes mostraron sus reparos con esta idea. Pensaban que los alumnos no llegarían muy lejos, habían decidido encarar un proceso que llevaría mucho tiempo, sin contar con los precios elevados de los repuestos que se precisarían.

Los alumnos no se desanimaron a pesar del panorama: la panza del avión estaba severamente dañada y no tenía el piso, motor, tanques de combustible ni sistema hidráulico, y con fallas en su estructura de largueros y cuadernas.

En marzo de este año pusieron manos a la obra. La primera tarea fue realizar un relevamiento de las piezas que tenían y las que faltaban. Algunas costaron trabajo conseguirlas, muchas hace tiempo que no se producen y alcanzaron el status de ser exhibidas en museos. Fue importante el apoyo brindado por la cooperadora de la escuela, que además mantiene las aulas, el taller y el comedor.Los alumnos comprobaron que los milagros existen: una empresa donó el lubricante y otra, 100 litros de combustible, que debe tener un bajo contenido de plomo.

Las primeras semanas fueron de pleno aprendizaje. Lucas contó que cuando armaban el motor lo primero que hicieron fue colocar el filtro de aire, al que debieron quitar y volver a colocar una decena de veces para facilitar la conexión de otros cables y mangueras. Hasta que aprendieron.

Hubo una discusión en el grupo y fue en torno al color que debe lucir la máquina. Luego de hablar con autoridades de Fuerza Aérea y con profesores se decidió actualizar su aspecto exterior. Ya lo tienen definido, pero no quieren adelantar detalles hasta que se presente oficialmente en sociedad.

De todas maneras, acordaron mantener algunos detalles para que no pierda su legado. Se conservará la bandera argentina y el logo de los cien años de la Fuerza Aérea en la cola, y en las alas tendrá su matrícula y la escarapela argentina.Cuando los alumnos decidieron repintarlo, apareció la donación de pintura y un curso gratuito sobre cómo aplicarla.

“Para la escuela es un proyecto importante”, destacó Jorge Pablo Juárez, que hace ocho años es director de la Escuela. “Enfrenta a los alumnos a diversos desafíos, se ponen en juego sus capacidades.”

Las autoridades se sorprenden del nivel de organización del grupo, una cuestión que se evalúa de cerca.

La Fuerza Aérea les donó el motor y repuestos y la idea es ponerlo en condiciones de hacerlo volar. Claro que eso no está en poder de los alumnos que, al no estar recibidos, no pueden firmar las certificaciones correspondientes. Van a necesitar de la colaboración de un inspector de Aero Commander.

El equipo debe respetar una serie de requisitos, entre ellos, cumplir con 200 horas anuales dedicados al proyecto. Sin embargo, esta exigencia hace rato que la cumplieron, porque suelen quedarse a trabajar después de hora y en días en los que no les corresponde hacerlo. Los alumnos entran a las 7 y media, muchos deben tomar más de un medio de transporte para llegar y están todo el día, hasta las cinco y media de la tarde.

“El grupo empuja”, señaló Calienni. Por supuesto hay discusiones, en los que los docentes esperan ver cómo se dirimen. Y en cuestiones serias, coo las atinentes a la seguridad, los profesores tienen la última palabra.Deben completar, diariamente, una carpeta de campo, en donde se describe las tareas realizadas por cada uno de sus integrantes. Más allá que al final del proyecto, deberán presentar una carpeta formal, es en el día a día ver el compromiso de cada uno de los chicos.

El grupo está conformado por Lucas Ibarrola; Agustín Bardin; Ignacio Delgado; Lautaro Puig; Federico Franco; Mateo Viana; Joaquín Flores; Tomas Guglielmucci; Tomás Castez; Tomás Calero; Alejo Enrique; Matías Martínez; Nicolás Mato y Gerónimo Bergantino.

Los alumnos se distribuyeron en cuatro grupos: uno se dedica a los motores, otro a los sistemas, un tercero a la estructura y un cuarto mixto ayuda en los otros tres.

Deben enfrentarse a desafíos, en los que se mezclan la mecánica, la electrónica, pero también la administración y cuestiones de contabilidad, tal como si manejasen una pequeña empresa. “La idea es formarlos para insertarlos en el mercado laboral”, remarcaron desde la escuela.

Están en todos los detalles. En su overall de trabajo, todo el equipo luce un parche del Aero Commander, diseñado por ellos. Como el original no los conformó, lo actualizaron. “Siempre manteniendo los colores patrios”, aclaró Lucas.Hace unos días los chicos tuvieron una gran alegría, al lograr poner en marcha uno de los motores. Lucas, que sueña en convertirse en piloto de combate, adelantó que el 11 de noviembre será especial. Esa fecha se conmemora el día de la Educación Técnica y habrá una jornada a puertas abiertas para toda la comunidad. Comprometieron a Héctor “Pipi” Sánchez y Luis “Tucu” Cervera, dos pilotos de A4b veteranos de Malvinas, a hacerlo carretear cuando será presentado oficialmente en sociedad con sus nuevos colores. Para que esté en condiciones de volar, se deberá esperar la habilitación final de la ANAC.

Todo cierra. Para el profesor Calienni, técnico aeronáutico y mecánico de mantenimiento, con una vasta experiencia que lo respalda, confesó que liderar a estos grupos “me mantiene joven”. Para los 14 alumnos, como para el resto de sus compañeros, embarcados en otros proyectos también importantes, este trabajo es el cierre de su carrera. El avión, una vez restaurado, quedará para la escuela, para que los que vienen detrás puedan usarlo para aprender. “No todo está perdido”, señaló el director. Claro que no.

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